Por Giulia Ricciotti

@giuliaricciotti

New York es una meca para la danza y sus teatros nos regalan siempre un muy alto nivel de shows. Entre otros el New York City Center en esta temporada no deja de deslumbrarnos con su increíble programa. Después del Alvin Ailey American Dance Theater y Martha Graham Dance Company, es la vuelta de la compañía de Nederlands Dans Theater.

Ya hablé una vez de como el duo de Sharon Eyal y Gai Behar en 2019 había traído a Berlin sus movimientos gaga con “Half Life” y de cómo su estreno dejó una huella en la capital alemana.

Una vez mas, su estilo muy reconocible lleva arriba del escenario una coreografía que exige mucho a sus bailarines pero que en la forma es una mezcla de rigidez con el estilo personal de cada bailarín. Movimientos casi epilépticos, repeticiones robóticas.

Los cuerpos que se mueven en el escenario parecen hormigas vibrantes y frenéticas que se mueven al ritmo de la música techno. No hay diferencia entre hombres y mujeres, en el escenario podemos ver cuerpos sudados que se desplazan en perfecta compenetración el uno con el otro.

El espectáculo de Eyal es casi una invitación a mirar adentro de los espacios oscuros de nuestros cuerpos y a explorar sus significados.

Con la música de Sakamoto compuesta por Alva Noto, es muy difícil no sentirse parte del todo. “La danza viene de tu estómago, de tu corazón, de tu cerebro. La danza surge de tu cuerpo, en su totalidad. Por ser una combinación completa, todos los órganos están conectados, desde el cerebro hasta el corazón. No se puede bailar con una sola parte del cuerpo, se baila con todo el cuerpo” (Eyal).

El show de Sharon Eyal y Gai Behar no es lo unico interpretado por la increíble compañía de danza de los Países Bajos. Otros dos shows fueron presentados, empezando por la coreografía de William Forsythe, N.N.N.N., que involucra 12 bailarines en movimientos donde los brazos dibujan lineas imaginarias de unión entre un cuerpo y otro, y The Point Being, por Imre van Opstal y Marne van Opstal.

La obra explora la idea de sincronicidad y se crea a partir de un enfoque multidisciplinario, en el que la coreografía, la escenografía y la música generan fricción y armonía.

La obra está creada en colaboración con la diseñadora holandesa Lonneke Gordijn y DRIFT, acompañada de una partitura musical de Amos Ben-Tal y diseño de iluminación de Tom Visser.

La escenografía es muy mínima pero muy de efecto. La sola presencia de una red que se baja en el escenario y divide el espacio es suficiente para crear juegos de simetría.

También el Joyce Theatre presenta un programa muy interesante en esta misma temporada. Aclamada como “la danza contemporánea en su forma más evocadora y hermosa” (TimeOut), Sydney Dance Company regresa con el director artístico Rafael Bonachela. Su espectáculo Ab [intra], que significa “desde dentro” en latín, es una exploración de nuestros instintos e impulsos primarios.

Con una banda sonora compuesta por el músico australiano Nick Wales, el exuberante violonchelo se fusiona con la electrónica ambiental mientras los exquisitos bailarines ocupan un mundo etéreo y visualmente deslumbrante que refleja nuestra complejidad compartida del ser.

Los bailarines se abrazan unos a otros en una serie de dúos dando vueltas de un extremo a otro enganchándose en todas partes. Este trenzado ingenioso también ocurre en tríos; por lo general, pero no siempre, se combinan dos hombres y una mujer. A veces, el escenario gira con más de una docena de actores independientes, girando y deslizándose con una energía elástica que casi se desborda.

¿Qué podemos agregar a todo esto? Solamente gracias New York y gracias a la danza.