Por @andreabarja

Esta temporada, Martine Rose volvió a Londres para presentar su colección SS26 en Lisson Grove, en un edificio que fue un antiguo job centre de los años 70, un lugar emblemático del punk británico donde, según se dice, se encontraron por primera vez los miembros de The Clash. Con sensibilidad, la diseñadora preservó la atmósfera original del espacio —las persianas metálicas, el mobiliario de oficina— y añadió detalles que lo transformaron en un salón íntimo y singular.

El desfile acaparó la atención del circuito de moda, convirtiéndose en uno de los eventos más comentados por su propuesta auténtica y su celebración del espíritu colectivo londinense. Para mantener la atención en la experiencia, Rose prohibió el uso de celulares durante el show. Antes del evento, los invitados recorrieron un mercado de diseñadores emergentes, fotógrafos, artistas y sellos discográficos que reflejaban el espíritu vibrante de la ciudad, celebrando a los héroes culturales que aportan desde sus márgenes.

La colección SS26 rinde tributo a los “que viven fuera de la norma”, inspirándose en los comerciantes y creadores independientes que dan vida a la identidad londinense. Martine Rose combina el sportswear vintage con una estética provocadora y ambigua —una suerte de sleaze couture— que desafía las convenciones tradicionales sin perder sofisticación. Su propuesta explora la tensión entre lo masculino y lo femenino, evocando tanto la oficina como el club nocturno, la banalidad y la extravagancia.

Entre las piezas, se destacan blazers ceñidos, pantalones que juegan con proporciones y texturas, y prendas con mensajes gráficos que invitan a la participación y la transformación. La paleta de colores, desde chartreuse hasta rosa neón, se usa con una frescura que recuerda a las generaciones anteriores, quienes llevaban estas prendas con una despreocupación que hoy se redefine con una nueva actitud.

El desfile confió en el entorno, la gente y la autenticidad de las prendas para sostener la experiencia. Familias, artistas y niños compartieron la primera fila con músicos y modelos, subvirtiendo el protocolo habitual de los eventos de moda y reforzando la sensación de comunidad.

Martine Rose es, además, un símbolo de resistencia para las diseñadoras en una industria dominada por referentes masculinos. Su trabajo rehúye las lógicas comerciales y narrativas aspiracionales tradicionales, construyendo un espacio propio donde la moda se convierte en un acto político y cultural.

En tiempos de incertidumbre y gentrificación acelerada, su colección SS26 reafirma que la moda puede seguir siendo un medio para contar historias auténticas, conectar comunidades y desafiar los límites del lujo y la estética convencional.

This season, Rose returned to London to present her SS26 collection at Lisson Grove, a former 1970s job centre, an iconic punk site where, reportedly, The Clash first met. With sensitivity, she preserved the space’s original atmosphere—the metal shutters, office furniture—and added touches that transformed it into an intimate salon.

The show captured significant attention in the fashion scene, becoming one of the most talked-about events thanks to its authentic approach and celebration of London’s collective spirit. To keep the focus on the experience, Rose banned cellphone use during the show. Before the runway, guests explored a market of emerging designers, photographers, artists, and record labels, reflecting the city’s vibrant spirit and honoring cultural heroes operating from its margins.

The SS26 collection pays tribute to those “living outside the norm,” drawing inspiration from the independent traders and creators who give life to London’s identity. Martine Rose blends vintage sportswear with a provocative, ambiguous aesthetic—a kind of sleaze couture—that challenges traditional conventions without losing sophistication. Her work explores the tension between masculine and feminine, evoking both the office and the nightclub, the banal and the extravagant.

Standout pieces include fitted blazers, trousers playing with proportions and textures, and graphic garments inviting participation and change. The color palette—from chartreuse to neon pink—is used with a freshness reminiscent of previous generations who wore these pieces with carefree confidence, now redefined with a new attitude.

The show relied on the environment, the people, and the authenticity of the clothes to hold the experience. Families, artists, and children shared front row seats with musicians and models, subverting typical fashion event protocols and reinforcing a sense of community.

Martine Rose is also a symbol of resistance for women designers in a male-dominated industry. She rejects commercial logic and aspirational narratives, building her own space where fashion becomes a political and cultural act.

In times of uncertainty and rapid gentrification, her SS26 collection reaffirms that fashion can remain a medium to tell authentic stories, connect communities, and challenge the limits of luxury and conventional aesthetics.