“Tiempo de Fiesta” es la celebración de dos artistas que hacen del savoir faire, un recurso necesario en sus obras para comunicar sus memorias, sueños, vivencias de la infancia. También la condición humana del hombre y su vulnerabilidad, todo finalmente se ve materializado con acabados exquisitos.
Marcelo con sus esculturas o amigos de bronce intenta crear protectores y compañeros de su yo infantil. Estos monstruos son producto del recuerdo de su infancia en un orfanato en Tandil donde su padre era director y sus dibujos poblaban las páginas de cuadernos, lo mantenían “a salvo de la melancolía, y proyectaban la ferocidad y fuerza que él mismo deseaba tener”.


En la adultez y luego de haberse formado formado en Bellas Artes y una larga carrera además como ilustrador, diseñador, director de arte y director cinematográfico logró convertir estos adorables seres que ocupaban un lugar importante en sus memorias mas profundas, en suntuarias esculturas de bronce. Sus esculturas encarnan seres adorables que tienen su aura propia, no solo por su dorado que las hace únicas sin duda, sino que pertenecen a un tiempo y espacio determinado que sigue un trayecto desde su creación hasta el presente. Sus personajes per sé tienen un carácter lúdico, pero además lo observamos en su pulido que nos revela una imagen distorsionada que el artista lo asocia al reflejo que se observa en las salas espejadas de los parques de atracciones. Sus obras también abordan lo simbólico, en ese hacer artistico cuando el artista deja el el bronce expuesto sin protección, pátina ni artificio para que el tiempo le afecte, lo ensucie, lo corrompa y envejezca, como le pasa a todo lo que está vivo, en sus propias palabras.


Samantha con sus óleos de animales sobre lienzos de tamaño monumental explora desde la técnica tradicional de la pintura figurativa la vulnerabilidad del ser humano. Los animales en su obra representan de manera alegórica, al igual que en las fábulas tradicionales, la naturaleza más pura e instintiva de este. Por medio de imágenes que surgen de sus sueños, visiones y pesadillas y por medio del estudio del comportamiento de los animales aborda la relación entre la intimidad y la exposición, la experiencia interna y la percepción pública. Esto es lo simbólico en la obra de Samanta, esa capacidad para evocar y conectar con elementos profundos de la existencia humana y sus animales son un puente entre lo intangible y lo tangible, rasgo que comparten con Marcelo y sus monstruos de bronce.
El juego es otra característica que ambos tienen en sus obras, no son creaciones pasivas para ser observadas, sino una actividad donde debemos participar activamente en la interpretación y el significado.
Al observar el carácter escenográfico dado por la escala de sus óleos que se presentan de manera casi inmersiva, casi como una realidad palpable, entramos a ese tiempo de fiesta y hallamos tensión con la realidad, en los guiños contemporáneos que agrega como en las repeticiones similares a los fotogramas de un film que se repiten de manera compulsiva hasta el hartazgo. Cada animal encarna un concepto en su obra creando un bestiario contemporáneo con guiños a la tradición medieval, que además se observan en los formatos de polípticos de gran altura, que aluden a los retablos religiosos y que al estar frente a ellos nos sumergimos en otro tiempo para la contemplacion de sus obras que no es el ordinario. En palabras de la artista nos invita a hacer “un recorrido de peregrinación, elevando lo profano a lo sacro, buscando la indulgencia, la belleza, la verdad, el edén, lo que debe ser Dios”.


Son muchas las cualidades que comparten las obras de Marcelo ya Samanta que Hans-Georg Gadamer señala, en “La actualidad de lo bello”, respecto a la obra de arte contemporánea, específicamente sobre su contemplación. Sus obras dialogan y ofrecen un tiempo al ser contempladas que no es el mismo tiempo que atravesamos en la vida cotidiana. Estar frente a sus obras es entrar en una experiencia estética diferente, donde el tiempo ordinario se suspende y trasciende la simple interacción/ contemplación de cada uno de nosotros y ofrecen una nueva experiencia interactiva y comunitaria.
Esta dimensión comunal del arte que ofrecen sus obras, se asemeja a una Fiesta y esta presenta una característica específicamente sobre la experiencia del tiempo, que la podemos apreciar cuando sucede y cuando estamos en ella, donde el disfrute y el goce (en este caso visual), se paraliza, se detiene, nos invita a demorarnos. Ese tiempo de fiesta es la invitación al deleite que hace el Pop Up, “Les Amateurs” hoy.

Curaduría: Dafne Cejas Galiano
28 de Diciembre al 15 de Enero. Pueblo Garzón, Uruguay
Espacio Automóviles Costas de José Ignacio esq. Camino a La Sierra Pueblo Garzon