Thom Browne invites reflection on perception and alterity with his Spring/Summer 2026 collection. At the Hôtel Pozzo di Borgo, tailoring is deconstructed and reconstructed, allowing proportions and volumes to challenge the familiarity of our bodies and the logic of fashion.

Each suit feels like an experiment: arms and legs multiplied, jackets folding over themselves, sheer layers suggesting impossible anatomies. Skirts, vests, and coats overlap, creating figures that move between the human and the alien. Browne plays with the boundaries of gender: masculine and feminine blend, the expected transforms into surprise.

The green masks covering the models’ faces do more than dehumanize: they remind us that all identity is performative and relative. Metallic paddles with glowing numbers hover like instruments of measurement, questioning who is observing and who is being observed, which norms are accepted and which are broken.

The show feels like a space of questions rather than answers. Each step on the runway asks: what does it mean to inhabit a body different from our own? How do we adapt to the unknown without losing our essence? In this exploration, Browne makes the clothes more than garments: they are visual manifestos, possible bodies, and signals of worlds coexisting with ours.

The collection leaves the audience suspended between the familiar and the impossible, between the tradition of tailoring and unbridled imagination. Browne reminds us that sometimes, seeing the strange is the only way to understand the familiar.

¿Cómo se viste un visitante de otro mundo? ¿Qué formas toma lo extraño cuando lo miramos de frente?

Thom Browne invita a reflexionar sobre la percepción y la alteridad en su colección Primavera-Verano 2026. En el Hôtel Pozzo di Borgo, la sastrería se descompone y se reconstruye, dejando que las proporciones y los volúmenes desafíen la familiaridad de nuestros cuerpos y la lógica de la moda.

Cada traje parece un experimento: brazos y piernas multiplicados, chaquetas que se enrollan sobre sí mismas, transparencias que sugieren anatomías imposibles. Las faldas, los chalecos y las capas se yuxtaponen, creando figuras que se mueven entre lo humano y lo alienígena. Browne juega con los límites del género: lo masculino se funde con lo femenino, lo esperado se transforma en sorpresa.

Las máscaras verdes que cubren los rostros no solo deshumanizan: son un recordatorio de que toda identidad es performativa y relativa. Palets metálicos con números iluminados flotan como instrumentos de medición, cuestionando quién observa y quién es observado, qué normas se aceptan y cuáles se rompen.

El desfile se siente como un espacio de preguntas más que de respuestas. Cada paso sobre la pasarela plantea: ¿qué significa habitar un cuerpo distinto al nuestro? ¿Cómo nos adaptamos a lo desconocido sin perder nuestra esencia? En esta exploración, Browne logra que los trajes sean más que ropa: son manifiestos visuales, cuerpos posibles y señales de mundos que coexisten con el nuestro.

La colección deja al espectador suspendido entre lo familiar y lo imposible, entre la tradición de la sastrería y la imaginación desbordante. Browne recuerda que, a veces, mirar lo extraño es la única forma de comprender lo propio.